En mi carácter de incipiente politólogo aficionado y apartidista no debería publicarlo. Seguramente lo ha escrito algún panista jarocho, pero me ha causado una prolongada carcajada, no sé si porque esperaba otro final, o por el final mismo, en fin ahí lo dejo.
Era un soleado y caluroso día en el Puerto Jarocho. Un hombre entró a una tienda de antigüedades y se quedó mirando una bella estatua de en tamaño natural de un ratón.
Entusiasmado con la belleza de aquella obra, fue hasta el mostrador y le preguntó al vendedor por el precio de la misma:
- ¿Cuánto cuesta?
Feliz y contento, el hombre salió de la tienda con la estatua bajo el brazo.
A medida que caminaba por la calle hacia su coche, se dio cuenta que la gente se le quedaba mirando, luego, vio la razón: miles de ratas y ratones salían de los basureros y alcantarillas y comenzaban a seguirlo.
Corriendo de forma desesperada, el hombre subió a su auto y salió huyendo, pero salían más y más ratones y la fila se hacía infinita. Llegó hasta el malecón, frente a uno de los muelles del puerto y con toda su fuerza, lanzó la estatua al mar.
Los trabajadores del muelle, los comerciantes de la zona, turistas y la población en general, lo vitorearon por librarlos de la plaga de ratas y ratones.
Aún sin reponerse, el hombre volvió donde el anticuario, quien por saludo le dice:
- Regresó para a comprar la historia del ratón, ¿verdad?
- No cabrón, quiero saber si tiene las estatuas de López Obrador, Fidel Herrera, Javier Duarte, Humberto Moreira, Salinas de Gortari o de Enrique Peña Nieto.
Cualquier parecido con la realidad nacional es pura coincidencia.